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Yo tengo3.

Buscapiè era de mi novio y se vino con èl cuando nos mudamos juntos.

A Tita la adoptamos juntos de bebè. Era tan perfectamente rubia y bella que no pudimos decir que no
cuando vimos su foto y supimos que estaba en adopciòn y a Kafir, la negra, el toro-oso, la bola de dulce de leche con patas que es hoy, la traje de la calle ya asì de grande como es… con sus 30 kilos, su mordida invertida al estilo pitbull, sus orejotas gigantes y su perfil de manto negro.

Me avisò una chica, que le dijo otra, que el de seguridad del edificio de enfrente de donde trabajo (que es de la misma empresa) decìa que habìa un cachorrito que acababa de ser atropellado por una camioneta… yo vivo cerca del trabajo e inmediatamente armè toda una comitiva para que la veterinaria lo vea (despuès resultò «La vea»), uno de los chicos con una caminoneta nos llevara, etc etc etc. Y crucè… y el cachorrito de «ito» no tenìa nada…. era un perro hecho y derecho con 30 kilos de carne, 1/2 màs de tierra encima y otro de pulgas y la cabeza pelada por haber raspado contra el asfalto en la revolcada que el hijo de puta que la atropellò le pegò sin detenerse ni siquiera a mirarla.

Y ahì estaba yo. Frente a un dilema. ¿què hago ahora con este animal? y la ùnica respuesta posible fue: «hola mi amor, estàs en casa? Porque acabo de levantar una perra de la calle y lo estoy llevando para que Pao la vea. De ahì la llevo a casa y despuès vemos què hacemos» y mi amor, con todo el amor que tiene para dar, no me dijo màs que «ok, dale. Te espero acà»
Y asì terminè pagando màs de $ 400 que no tenìa en la veterinaria para que le inyectaran un anti inflamatorio, la pesaran, la revisaran, le curaran las heridas y me vendieran otra bolsa de comida de 15 kilos para que todos tuvieran què comer en casa.
Al principio nos constò… tanto nos costò que al mes nos mudamos de un dpto de 2 ambientes con balcòn a un PH de 100 mtrs2 con patio para que nuestra manada tuviera lugar para jugar.
Hoy Kafir (se llama asì porque asì se le decìan los sudafricanos blancos a los negros en la època en la que Mandela les enseñò que la vida es otra cosa mejor que el color de piel o el lugar donde naciste… o quiènes fueron tus padres o què comiste) no hace màs que ofrecerme todos los dìas sus 30 kilos de amor, su cabezota gigante y sus patas en abrazos interminables, besos pegajosos y sonrisas impagables.

Tratamos de encontrar a sus dueños y la pusimos en adopciòn. Pero no pudimos. Nos dio terror no saber cuànto amor le habìan dado antes o cuànto amor le podìan dar despuès.

Esa mirada que lo dice todo un dìa me dijo «yo quiero quedarme acà». Los otros 2 me dijeron con su mirada «que se quede, ya es parte de nosotros»

Y yo, si hay algo a lo que no me puedo negar, es a lo que sus ojos me piden.

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Desde que tengo uso de razón o memoria, mejor dicho, mi discurso siempre fue «de política yo no entiendo nada» y bajo ese lema, no opinaba. No me metía y, mucho menos, pensaba sobre el tema.

En realidad, ahora que lo escribo me doy cuenta de que tenía mis ideas formadas a partir de haber leído bastante. Sabía que un buen político es aquel que lleva sus ideales como bandera sin venderlos ni doblarlos. Sabía, por ejemplo, que no sirve de nada saltar de partido en partido sólo para obtener un lugar de privilegio en el gobierno (en cualquiera de sus ámbitos) sólo por tener un poco de poder. El poder… el peor consejero de todos los tiempos… el enemigo de los principios, de las ideas, de la humildad. El mejor amigo del miedo… el miedo de los otros.

Consideraba, a partir de esto, en desacuerdo o no con las ideas políticas en sí, que Jesucristo (de creer en su existencia) fue el primer, gran político. Que el CHE, fue otro. Dos revolucionarios. Dos tipos que defendieron lo que creían hasta el final. Hasta las últimas consecuencias. Uno, abandonado por su padre y traicionado por su discípulo. Otro, simplemente dejado a la merced del alcance de las manos de quienes querían deshacerse de él con el mismo ímpetu, con las mismas ganas con las que se luchó contra la rabia.

Desde muy chica me sentí golpeada por cosas que se terminaron un mes antes de que naciera. A los 15 años terminé de leer «Nunca más» con un nudo en la garganta, un vacío completo en el pecho y un terror animal creyendo que esto podría volver a sucedernos… que «eso», específicamente, podría sucederme a mí. Ahora, estoy segura de que eso podría haberme sucedido a mí. Podrían haber sido míos los huesos rotos, la sangre derramada, el deseo de morir. Y me enorgullece. Porque sé que eso le pasó a quienes pensaban. A quienes defendieron la democracia hasta las últimas consecuencias… como Cristo, como el Che.

Hoy agradezco a Néstor y Cristina ya no tener miedo. Porque un pueblo que olvida es un pueblo que repite y ellos no nos dejaron olvidar. Ni a nosotros que sufrimos con el dolor de aquellos ni a los que lo vieron pasar de costado, sin decir nada y que hoy piden (desde el fondo más hondo de su ignorancia) que vuelvan los militares para «frenar la inseguridad» y, mucho menos, a quienes lo hicieron. A quienes, con las mismas manos que acariciaron a sus hijos (o a los hijos de otros que fueron apropiados), desnudaron sus cuerpos, lavaron sus caras y sus culpas; fueron capaces de picanear hasta la muerte, empujar de helicópteros, ahogar en baldes, violar, robar…

Nosotros no olvidamos. La historia y quienes nos lideran hoy, no nos dejan.

Con la muerte de Néstor, ese tipo desgarbado y poco protocolar del que tanto se han burlado, empieza una nueva etapa. Se cierra la posibilidad de un «Nestor 2011» pero se abre un mundo de nuevas alternativas.

Cuando me enteré de la noticia al principio no lo creí… después, cuando lo entendí… cuando pasó ese tiempo que siempre pasa entre la muerte y la realidad, me encontré preguntándome a quién votar el año que viene? Durante el transcurso del día, entendí todo. Entendí que no estaba sola en mi dolor. Vi millones de Argentinos desfilar a 6 cuadras de mi casa llorando, sientiendo que se les había perdido un amigo, un padre. Me encontré con miles de caras en las que pude reconocer la mía. La de una joven que volvió a sentir que la política puede ser de otra forma.

Sin ser demasiado demagoga, porque de eso hubo mucho durante estos días, sólo quiero agradecer…

Porque a partir de ahora, nuestra Argentina es otra. Porque hay miles de personas sintiendo esto, sabiendo que hay que recuperar el pensamiento, la opinión. Porque, sin ir más lejos, podemos opinar. Podemos disentir, podemos manifestar, podemos estudiar.

Gracias porque ahora creo un poco más en la política… porque ahora puedo descansar sabiendo que hay una mujer, una vecina del barrio, que hoy está llena de dolor pero que sabe, sobre todo y ante todo sabe que hay un pueblo que está con ella. Que no la va a dejar caer.

la gente no te va a dejar caer

Los peligros de la globalización

Publicado: octubre 10, 2010 en Uncategorized
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Los que pasamos los 25 y, especialmente aquellos que pasaron los 30 (no es mi caso),  solemos tener la costumbre de hablar con desconocidos prácticamente de las mismas cosas una y otra vez.

Particularmente, ni siquiera soy de las que conversan demasiado con extraños, o con conocidos no muy conocidos o, incluso hasta a veces no hablo con conocidos pero me encontré más de una vez teniendo que opinar sobre las «aberrantes» consecuencias de la globalización y el paso del tiempo.

La frase infaltable en este tipo de encuentros es «antes estas cosas no pasaban» y, normalmente, el «estas cosas» puede incluir absolutamente de todo: que los chicos no jueguen más en la calle por inseguridad o porque se la pasan horas sentados frente a una compu; que no se pueda dejar la puerta de calle abierta sin que, en menos de 20 minutos nuestra casa se convierta o en un aguantadero de delincuentes o en una casa tomada con nosotros adentro y todo; que antes un laburante podía comprar una vivienda sin tener que hipotecar el culo de su señora y el futuro de sus hijos; que los matrimonios eran para siempre; que los hijos no hablaban en la mesa y jamás se les hubiera ocurrido discutir con sus padres; que la gente leía más y  miraba menos programas como los de Tinelli; que la comida más rápida que existía eran los fideos de mamá; que los chicos aprendían a decir primero «papá» que «coca-cola»; etc etc etc.

Es cierto… nos hemos globalizado. Adoptamos costumbres de otros países. Copiamos leyendas, nos adueñamos de historias, marcas y servicios que no hubieran existido sin internet, el teléfono, los aviones. Fuimos categorizados… ahora los países son de un mundo (porque parece que hay varios) y nosotros somos del tercero. Algunos de nosotros hasta tenemos amigos viviendo en partes del mundo que hasta hace poco, no existían en nuestros mapas mentales.

Pues bien, aceptémoslo: somos nacionalistas sólo en lo que a deporte respecta. Yo, por mi parte me hago cargo: consumo música, ropa, cine, litertura, productos y servicios con nacionalidades distintas a la mía. Lo que sí nunca voy a perdonar es haberme cruzado ayer con una paloma haciéndole un mano a mano a una hamburguesa de Mc Donald’s.